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das Mystische 2.1

ATASCO Y TALENTO

Al principio la muchacha del dauphine había insistido
en llevar la cuenta del tiempo,
aunque al ingeniero del peugeot 404 le daba ya lo mismo.

Julio Cortázar, La Autopista del Sur.

El cuento es un relato que encierra un relato secreto.
Ricardo Piglia

La historia de la depresión es la misma siempre. Me encuentro atrapado en un terrible atasco, en el Día Europeo sin Coches, o enlatado como una sardina entre dos estaciones de metro. El cuerpo del delito, ahora, es un bulto sin atributos. La gripe se insinúa en el gesto desconocido de un extraño. La continuación del episodio resulta tan previsible que obviaré los indicios posibles de la aventura.

Me comenta una amiga bonaerense que porqué no escribo una novela. No un ensayo, dice, “no sobre lo que el otro dijo, sino todo sobre usted solito”. Me llega su escritura metálica, electrónica, a la hora de la lluvia, una lluvia olvidada de gotas azules, una lluvia musical, elegante y ligera.

En el fondo, nunca me gustaron las novelas. O me gustaron, únicamente, ciertas novelas: de aventuras, policíacas, de ciencia ficción… Siempre me gustaron más los cuentos, porque mi propia historia, quizá (me gusta imaginar), se escribe, día a día, bajo las coordenadas generales de un cuento. ¡Así es la vida, mi vida! Y una novela de quinientas páginas sería un derroche injustificado para contar lo que puede contarse en una vuelta de tuerca o en un minuto.

En su Tesis sobre el cuento, Ricardo Piglia explica las virtudes del género. Subrayo tres características básicas. Primero: “Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario”. Segundo: El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie”. Tercero: “El cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la búsqueda siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la vida, una verdad secreta”.

Imaginemos ahora, como indicaba antes, que mi vida se desarrolla bajo las coordenadas generales de un cuento. Hay una prueba cierta, la de la lucha por la subsistencia, y una afición exacta que se desarrolla cada día ocupando lo mejor de la jornada: el blog y la escritura, una vez a la semana, o cuando alguna lectura enriquecedora ilumina con fuerza el corazón de las entrañas. Y, ¡claro!, no es de extrañar entonces que alguien te pregunte interesado: ¿Y por qué no escribes una novela?

El relato visible no es otro que las andanzas de un tipo que escribe, o que cree que escribe, y que pierde un tiempo precioso en las reivindicaciones de su propia escritura. En ocasiones, incluso, una gesta heroica, inesperada, le hace muy famoso: ¡Hay ay un perro que dice ahí!, escribe, y crujen a un tiempo el hipertexto y el ciberespacio. ¡No me lo puedo creer! ¡Qué vergüenza! Menos mal que Joyce, le cuentan luego, también escribía con faltas de ortografía.

Al final del cuento, en mitad del atasco, aparece (¿artificialmente?) aquello que estaba ya en sus manos y permanecía, a la vez, oculto; en el diario, en una entrevista a Martin Amis: “Lo que no tolera la sociedad actual –escribe el británico- es que pueda haber una suerte de élite en el mundo literario. El afán de allanar las diferencias, de buscar una nivelación, de manifestar que todos pueden hacer lo mismo puede a la larga terminar con este trabajo. Lo comentábamos hace poco con unos colegas en Boston: la literatura tal como la entendemos se ha acabado, no existe. Todo viene del radicalismo del 68, donde se defendía que no hay opiniones superiores, que todos valemos lo mismo. Pero el talento no se reparte de manera igualitaria. Algunos lo tienen, otros no. Eso se respeta en el mundo de la ciencia, pero no en la historia, la novela o la sociología. En esos campos se da por hecho que todos valen lo mismo”.

La vida secreta, al descubierto, no es otra que la imposibilidad o la incapacidad, por parte del responsable de este blog, de escribir una novela.

Una novela, un cuento, un ensayo…

Cuando levanto la vista, los vehículos comienzan a moverse, a perderse veloces, como en el cuento.

Parece que acaba el atasco.

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